2.8.07

¿Cómo calificarías una tarde que comienza con un chofer de colectivo tratando de amputarte un brazo a fuerza de frenadas y una señora que intenta hacerte una apendicectomía con un paraguas; sigue con la espera a un yesero1 que luego de dejarte plantado ya dos veces aparece una hora tarde y al ver el trabajo dice "no, yo molduras no hago" cuando por teléfono le explicaste claramente que necesitabas una mol-du-ra; una tarde en la que después, para llegar a la oficina de correo antes de que cierre, te tomás un taxi y apenás subís el conductor primero te suelta un "pero vos tenés un pedo atómico pibe" porque en lugar de decirle que vas a Montes de Oca y Suárez le decís Montes de Oca y Sáenz, y luego le ladra a cada auto y semáforo que ose perturbarlo. Pero al fin llegás, justo a tiempo, a la oficina que inexplicablemente no es la que queda a dos cuadras de tu casa sino una que está a treinta, a la que vas a reclamar un envío2 cuyo aviso te dejaron 48 horas atrás y te dicen que no, que no lo tienen, que no saben dónde, que tal vez el cartero, que si querés llames al centro de atención al cliente para que te informen o tomen la queja; una tarde que continúa en una peluquería que no es la de siempre y en donde sos bienvenido por una enorme e inesperada travesti que te corta el pelo muy bien; una tarde que termina3 cuando llegás a tu casa con ganas de llorar porque te das cuenta de que últimamente la mayoría de tus tardes, de tus días, son más o menos así? ¿Cómo, eh?

1. A quien llamaste porque el albañil que originalmente iba a hacer el trabajo también te dejó plantado. Pero eso ocurrió otra tarde.
2. Que es la segunda vez que te hacen: la primera fue devuelto al remitente porque el cartero nunca se dignó a pasar por tu domicilio. Pero eso ocurrió otra tarde.
3. En realidad ocurren un par de cositas más que no contás para que no crean que estás exagerando.