Esta historia comenzó hace mucho tiempo pero sólo recientemente tomé conciencia de ella. A raíz de la situación que referiré al final, P. me recordó que el dinero con el que compré a Olga* lo gané en una rifa organizada por las alumnas de una reconocida escuela de educación artística del Oeste del Gran Buenos Aires. Eso me trajo a la memoria que tiempo después, cuando tuve que viajar de Paris a Londres, elegí hacerlo con el Eurostar (porque si me iban a romper el orto que lo hicieran con style), pero como partió con 20 minutos de retraso gané el pasaje de vuelta gratuito. Finalmente el círculo se cerró hace una semana, en el Centro de Distribución de Oca en San Telmo, cuando fui a buscar mi premio de la promoción Nescafé Dolca: tres tarros de 170 gramos de café instantáneo, tres latas de café con leche y azucar, tres cajas de capuccino y una cantidad indeterminada de cubitos de telgopor de alta densidad de 2 centímetros de lado. Y una caja de cartón.
Mi suerte está en irreversible decadencia.
* No es una esclava sexual rusa de ojos azules y grandes tetas sino mi Ibanez Roadstar II de 1984.