9.4.07

No conocí a mis abuelos. Los padres de mi padre murieron antes de que yo naciera, o tal vez después; como fuera, el dato es irrelevante pues no había relaciones entre ellos desde mucho tiempo atrás. De los padres de mi madre apenas guardo recuerdos amarillentos como las viejas Polaroid en las que aparecen. Cuando murieron yo sólo era un niño que consentían de tanto en tanto, a la distancia.

Los padres de mi padre vinieron del noreste de Europa, de un lugar que las volubles fronteras sucesivas fueron ubicando en Alemania, Lituania, Polonia. Judíos empujados al mar por el hambre, la guerra o ambas cosas, detuvieron su impulso en este puerto húmedo de América del Sur, donde nació mi padre. El trato con estas tierras por parte de los padres de mi madre tiene apenas más historia. Inmigrantes del sudoeste de Europa, empujados por el hambre, la guerra y otros inmigrantes, detuvieron su impulso en el extremo de la Mesopotamia, en un lugar que las volubles fronteras sucesivas fueron ubicando en Paraguay, Brasil, Argentina. Allí, en otro húmedo puerto litoral, nació mi madre.

El azar o algo así hizo que se encontraran. Yo nací en este puerto de Buenos Aires y, consecuentemente, de inmediato comenzaron, comencé, a moverme. Todavía no me detuve y no parece que vaya a hacerlo en el futuro tal como puedo avistarlo. Ahora veo que en realidad el movimiento comenzó mucho antes, en lugares desconocidos del viejo mundo.

Parece que en algún momento toda persona necesita saber de dónde viene, cuál es su lugar, y que eso en algún modo y medida determina quién es. Pero ¿de dónde vengo yo? ¿cuál es mi lugar? Mi sangre siempre estuvo en movimiento, ¿quién soy entonces? Hace tiempo pensaba que sería yo quien concluiría el viaje que comenzaron mis abuelos, que el lugar al que querían llegar sería el que yo finalmente decidiera, que allí echaría las raíces que ellos no pudieron. Ahora no sé. Sigo en movimiento, no sé de dónde vengo, no sé dónde voy, no sé quién soy, y tal vez -medicina amarga para mi ambiciosa pretensión- nunca logre saberlo. Quizás no sea a mí a quien le estaba reservado.