Bien, supongamos que concedo la afirmación de que todo lo que ocurre está escrito, que nada sucede por azar. De cualquier modo sería necesario convenir en que se trata de un texto bastante mal redactado, desprolijo, producto del apuro y la improvisación. Como si el guionista hubiera sido urgido a entregar el trabajo y lo hiciera, con la tinta todavía fresca, pocos minutos antes de que los actores salgan al aire. No sorprende entonces que hagamos las cosas como las hacemos: a cada paso nos vemos obligados a morcillear*.
* Las cosas que uno tiene que decir para poder utilizar este verbo...